lunes, 9 de abril de 2012

Heme aquí señor otoño

Heme aquí señor otoño, reclamé. Este año soy yo quien ha venido a buscarte, continué. Son las mañanas frescas que tú me traes las que pienso desafiar. Esas mañanas donde diez minutos más en una cálida cama valen más que todo el oro. Serán entonces esos instantes de sol en la cara los que iré a buscar a pesar de tus tormentas. Esos soles de mayo, con sus aires de revoluciones pasadas, asomando después de las frías gotas que tus cielos dejan caer tan seguido en estas épocas. Esta vez, tus noches, más noches que ayer, no quitarán mi sueño llenando mis pensamientos con lo inmenso de lo oscuro de esas horas, eso se lo dejo al invierno que te gana ampliamente. No he llegado hasta aquí para cuestionar tus paisajes de ramas desnudas con aires de soledades ansiosas y amarillas hojas que pretenden resistirse a caer como caen cada año. Ya no me importa si son tristes o pintorescos los caminos que recorro, este año simplemente en ellos me perderé, hasta encontrar la huella que me guie. Haré de mi casa un refugio de los caprichos de tú clima, será mi cama la mejor fortaleza jamás construida y dejaré que tus vientos toquen sus músicas en los recovecos de las casas. Pero son tus mañanas las que me ocupan, esas mañanas en las que habré de luchar para llegar a destino. Serán las pesadas ropas las que harán las veces de escudos durante estos tiempos de batallas diarias y tempraneras. Serán victorias las que cantaré alzando una taza colmada del té más cálido que jamás se haya tomado una persona. Es por eso que aquí te busco, señor otoño, para avisar de mi desafío a tus mañanas frescas.

sábado, 24 de marzo de 2012

24-03

Cuando escucho cosas malas, pienso en la maldad y lo básico de su existir. La maldad puede ser una decisión, puede ser un acto hecho a todas luces, una idea.
Saber que tus pasos serán los últimos sonidos que alguien escuchará. Saber que tus ideas apagan luz, esa que llevamos dentro. Que un último aliento ajeno es tu idea. Que los gritos, las suplicas, los llantos son tus medios para tu idea. Esa idea que destroza corazones y viola pensamientos, que aniquila gentes, que nos aniquila de a uno, de a cien, de a miles, a los que no supimos de maldad hasta que tus ojos llegaron. Esos ojos que vinieron a robarse los cuerpos, esconder las almas, llenar de silencios miedosos los rincones de las casas. Tu idea, esos tipos cortando carnes, quemando carnes con la las luces, esas luces que usaste en un estadio, lleno, siempre lleno. Esa idea que no le importa que la muerte y las madres de izquierdas y derechas no entiendan nada, que la muerte sólo llega y que las madres sólo quedan. La maldad, la inexpugnable maldad de tu idea que oscurece cada cielo en cada vuelo de esos tantos que sabemos pasaban por arriba de los techos de millones. Esa, tu idea, que hoy me quiere con los ojos llenos de rabia, pero hoy mis ojos tienen lágrimas por el recuerdo de aquellos, que el inexpugnable soy yo ante tu maldad y que nunca, pero nunca más verás a un pueblo de rodillas ante el frío del metal que representa tu puta idea.

lunes, 23 de enero de 2012

Un día pasé cerca de un hombre que dormía en la calle

Un día pasé cerca de un hombre que dormía en la calle, era veinticinco de diciembre como a las seis de la mañana. El hombre sólo estaba tirado en un pedazo de colchón maltrecho vestido con harapos viejos y sus pies mirando el cielo. No creo que él me haya visto pasar, tampoco pasé tan cerca y mucho menos notoriamente, sólo lo hice como lo hacen tantos. Tan sólo pude verlo unos instantes, pero logré pensarlo un buen rato. No sé si fue la fecha, que tiene esa costumbre de rodearnos de nosotros, no sé si fue la hora, que suele estar acompañada por resabios de los brindis, no sé si fue la calle, que era la misma nada y por donde todo pasa. Ya no recuerdo con exactitud lo que pensé en ese momento, creo que fue una mezcla de pena e intriga por la historia de aquel hombre y mi imaginación potenciada por mitos de personas que han perdido feo y se dejan o deciden terminar ahí, en la vereda, hasta el fin de sus días. Son mis ideas las que vuelven y tratan de acercarme a aquel momento para encontrar un justificativo en mi desconocimiento de la vida de ese tipo. Son esas ideas que me proponen imaginarme vistiendo sus ojos durante las horas previas a mi paso. Pienso, por ejemplo en la relevancia de las doce campanadas de esa noche de verano, de cómo no le importa que lleguen las doce y no esté listo para el brindis. Del deseo de una buena comida a la hora que sea, por lo menos hoy, que parece ser un día que muchos esperan y preparan. Sin embargo, la idea de una decisión personal se acerca y me muestra que la fecha significa algo para mí y nada para él. De cuantas veces habrá dicho o recibido ese tan mencionado deseo de una feliz noche buena, habrá sido una noche buena o simplemente un momento más en ese continúo pasar del tiempo. Pienso, inocentemente, si pasar la vida en un colchón en el piso es bajarse del sistema o si es ser la resaca, lo que deja el sistema. Vuelven los pensamientos de su historia personal y vuelvo a vestir sus ojos. Es una noche en la que muchos no duermen, el día trae una ciudad vacía y se hace largo periodo donde el sol reina, me pregunto si la tranquilidad de la dormilona ajena le trae paz a su descanso o el pasar de miles de gentes lo aleja de su aparente soledad y son fechas de extrañar pasos extraños. Me pregunto si el brillo de sus ojos habrá sido mayor al de esos fuegos artificiales de aquellos que celebran con pólvora y colores en el cielo. La contundencia del final de un año puede ser tan ínfima cuando el mañana nunca llega y pasar de hoy suele ser el desafío, o lo que espera es una década y los días son pequeños, sin mucha trascendencia. Mis recuerdos se hacen claros y las imágenes de las cuadras caminadas son más vívidas, el pensar en lo importante es lo que me acompaña, qué tendrá verdadera importancia para él. Que relativas y banales son mis prioridades, pienso y me exijo cual borracho jura no beber más luego de una fuerte resaca. Pero toda mi imaginación, mi sentir del momento se topa con una simple incógnita que puede cambiar todo mi parecer, es o no su decisión vivir así. Nuevamente, me dejo llevar por mi ingenuidad o una engañosa esperanza de que esas sean, de hecho, sus posibilidades.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre

Yo si sé cuando me miento, sobran pruebas en mis intentos de creer en verdes paisajes de calles soleadas. Sé que corro tras la luz mirando al cielo, esperando que el celeste quite el peso de convivir con lo oscuro de una noche melancólica. Si, es cierto que me engaño, añorando primaveras de positivas elucubraciones. Esas ansias de salir con la sonrisa marcada de oreja a oreja, escuchando uno de esos grandes discos que me suele acompañar. La verdad que las largas noches sin consuelo de viejos dolores son iguales todo el año. Si mi compañía es una simple acumulación de almohadas en una inmensamente cómoda y fría cama y la velocidad en la que me enredo en las sábanas es lo cercano que me queda, claramente es un engaño. Un engaño que alimenta la esperanza de que los cambios de septiembre traigan un perfume que desconozco al que haré mi favorito. Simplemente el clima, ese buen clima, me incentiva a salir a caminar sin temor a manos frías por las tardes largas que se avecinan. Son los días de septiembre que me mueven de los infinitos anocheceres de un invierno que siempre parece extenderse más de lo que uno quisiera. Pero en lo constante del tiempo reza su aterradora y esperanzadora realidad, por lo que a septiembre solo resta esperarlo, con sus primeros colores y aires livianos, esos que cambian el engaño por la queja de una mancha en el lente de unas gafas oscuras y las ropas que ya no cubren mis brazos y piernas. Es entonces cuando ese gris personaje que puedo ser se transforma en un niño dueño de una mueca divertida que va vistiéndose como un hombre con el paso de los años. Si, es cierto que me engaño nuevamente, pero el invierno se despide y aligera mis pasos, hoy con eso me conformo.

sábado, 28 de mayo de 2011

Insomnio

Cada vez que apago la luz al final de un viejo día, me escondo en la oscuridad del deseo de uno nuevo y brillante. Como si el sol fuera a fallarme temo por un segundo, pero la ansiedad de volver a empezar me hace las veces de aliada y la espera por el amanecer se transforma en un dulce recuerdo de los errores que no volveré a cometer. Las incontables veces que se repiten frases de optimismo parecen mantras salidas de libros de autoayuda. La mirada fija al techo y el silencio de mi pequeño entorno hace de mi respiración una respuesta superadora a la nada reinante. Lo que a veces un hallazgo de sábanas frescas en el lado opuesto de la cama, ahora parece un espacio sin sentido, lleno de un vacio que exige a mis brazos extender su longitud en búsqueda de un poco de calor ajeno. Es ahí cuando los músculos de mi cuello se contraen para llevar mi cabeza hacia un costado y con ella mi mirada vuelve a perderse en el espacio del cuarto, pero son otros músculos los que se contraen para cerrar mis ojos y forzar un sueño de manos tomadas y suaves abrazos para ahuyentar las pesadillas de jornadas pesadas. Una vez más, como siempre, la realidad abre mis ojos y el sueño deseado se queda en deseo. Las mil formas de relajación parecen semillas en tierras áridas con cielos claros, donde el insomnio se burla de todos los intentos. Y así, como siempre, juego a entretenerme con recuerdos que me roban una sonrisa o me auguran una amargura, mostrándome imágenes pasadas en una calidad inigualable, llevándome a esas inevitables preguntas existenciales de arrepentimientos inútiles y su imposibilidad de cambio. Mientras tanto, el tiempo continúa su inquebrantable marcha hacia la repetición de su eterno ciclo de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros y demás. Todo lo complejo de una simple espera, queda librado al poder del insomnio, que se atreve a reinar en mí, pero como aquello que tiene un final en su ser, la batalla es ganada por el sueño, que aparece casi como si nunca lo hubiera buscado y el descanso se hace presente una vez más, sólo para ser interrumpido por lo cotidiano un despertar que marca un nuevo comienzo.

jueves, 27 de enero de 2011

"Salto de fe"

Hace tiempo que no hago esto, debe ser por alguna razón, es decir, ¿por qué si no? Pero para respuestas tengo tiempo. Por ahora solo vuelvo.
Siempre que me encuentro con esta sensación de necesidad de decir, contar, mostrar algo, circulo por una delgada línea. Esa delgada línea que de un lado tiene a alguien mostrándose como quien que sabe lo que hace y del otro lado a alguien con temor de mostrar lo que cree que sabe. Entonces, sólo entonces, camino por esa línea sin mostrar nada de eso, pero sin temor a hacerlo.
En los últimos tiempos, digamos, he recobrado cierto interés en aprender, en buscar el saber por el saber mismo. Este interés me lleva a volver a leer discusiones que tenia descuidadas, a buscar distintas interpretaciones de temas que pueden enriquecer posturas que uno tiene ante “la vida misma”, cosas como recuperar viejos teóricos que vieron estructuras o funcionamientos en lugares que hoy son esenciales para el funcionamiento de, pongámosle, el Estado. Cosas como volver a leer una noticia desde distintas ópticas para poder analizar y generar una nueva y más sólida visión al respecto. Puedo comenzar, por ejemplo, con el caso wikileaks, que tiene interpretaciones que van desde un simple descuido de alguien que tomo estado público hasta teorías conspirativas globales, o puede darnos una idea del manejo del flujo de información por parte de los medios a nivel internacional, puede también llevarnos a confirmar sospechas o a levantar sospechas respecto al funcionamiento de la verdadera diplomacia. En fin, una sola interpretación del tema, sería cuando menos mezquina. Pero no quiero hoy profundizar en ningún tema en particular, sólo intento mostrar que mi espíritu inquisidor, léase curioso, aún ronda mi ser. Porque el preguntarnos por qué las cosas son como son y no de otra forma puede llevarnos a distintos tipos de respuestas, que a mi entender son las básicas. La primera de ellas es que no hay respuesta, pues, hay cosas que son como son, solo porque si y no hay más que llegar a aceptarlas. La segunda es la más esperada de las respuestas, o sea, encontrar la respuesta esperada, suena redundante, pero es así. Generalmente preguntamos algo esperando cierta respuesta determinada, determinada por nuestra lógica de pensamiento o lisa y llanamente por nuestra forma de pensar (o algo así). Luego, tenemos la respuesta que no deseamos tener, la que nos dice una mala noticia, que hemos cometido un error, etc. Y finalmente, tenemos la respuesta que nos sorprende, esa que no sabíamos si esperar o no, esa que se da cuando hacemos lo que me gusta llamar “un salto de fe”, si bien puede parecerse a la respuesta esperada no es el caso, ya que la duda es el principal ingrediente que esta contiene y lo que busca no es reafirmar un conocimiento previo, si no, simplemente echar luz sobre un asunto, una situación, o cualquiera sea el caso.
Lo que nos motiva, nos acciona a realizar estas preguntas es el coraje a enfrentar una respuesta inesperada, es esa acción que, repito, me gusta llamar “salto de fe”, es eso de tomar riegos necesarios o innecesarios, eso que hace la vida más interesante. En definitiva, eso que nos hace llegar más lejos, darnos vuelta y ver que el que sólo había que jugársela un poco, que avanzar ciegos no hace ver otras cosas, auque sea la cara del medico preguntándonos si estamos bien.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Las dos caras de una encuesta

Secuencia encuestador:
Encuestador: Bueno, meto un último llamado y ya, que no me jodan más
Encuestador2: si, ya casi es hora, no aguanto más, pero por suerte es viernes
Encuestador: si, que bueno, viernes al fin, semana larga
Encuestador2: Buenas tardes mi nombre es Javier y llamo de una consultora de opinión publica para hacer una breve encuesta, dispone de un par de minutos para responderme unas preguntas?
El primer encuestador marca un número de celular: suena tres veces y atienden.
Encuestador: Buenas tardes, mi nombre es Luis y llamo de una consultora de opinión publica para hacer una breve encuesta, tiene un par de minutos para responder?
Encuestado: una encuesta? Y cuanto dura?
Encuestador: dos minutos.
Encuestado: Dale
Encuestador: primero dígame si vota usted en la ciudad de Buenos Aires?
Encuestado: Dame un segundo (se lo escucha hablar con otra persona, no se entiende lo que dice), si, voto en capital.
Encuestador: Muy bien, para comenzar le pido que me responda en una escala de uno a cinco cuanto cree que ha aumentado la inseguridad en el último año?
Encuestado: Y, creo que bastante, ponele un 4
Encuestador: Ahora le voy a mencionar unas frases que nos dieron otros encuestados y le voy a pedir que me diga que tan de acuerdo o en desacuerdo se encuentra con estas frases, para esto le pido me conteste usando la siguiente escala: algo de acuerdo, de acuerdo, bastante de acuerdo o muy de acuerdo
Encuestado: Bien
Encuestador: la primera frase dice “la cosa esta cada vez peor, ya no se puede salir a ningún lado”
Encuestado: Y, bastante de acuerdo
Encuestador: La segunda frase dice “acá lo que hace falta es mano dura”
Encuestado: Si, muy de acuerdo
Encuestador: La tercera dice “la culpa es del gobierno que no hace nada”
Encuestado: bastante de acuerdo
Encuestador: Muy bien. Ahora cambiando de tema, si la elecciones a presidente se efectuaran hoy, usted, votaría a M. M.?
Encuestado: Si, la verdad que si
Encuestador: Podría decirme por qué?
Encuestado: y porque es el único que hace algo para agarrar a todos los chorros, además no es un corrupto, porque ya tiene mucha plata
Encuestador: bien, para finalizar, necesito que me diga su edad.
Encuestado: 34 años
Encuestador: Bien, bueno, le agradezco mucho por su tiempo y su amabilidad, y que tenga un buen fin de semana, adiós.
Encuestado: No, de nada, siempre que puedo contesto, sé que están haciendo su trabajo, suerte y buen fin de semana para vos también! Adiós!
Encuestado: Gracias, adiós
Encuestador corta y mira a su compañero: Ja, que buena onda este tipo, muy amable, me alcanza para arrancar el finde de buen humor.



Secuencia “del otro lado”:
Dos hombres armados entran a un edificio en el centro porteño, suben por el ascensor hasta el piso siete, salen de este y caminan por un largo pasillo hasta el departamento numero 54, tocan la puerta, un hombre de mediana edad atiende la puerta en forma desprevenida, los sujetos ganan su entrada a punta de pistola. Unos minutos después en el interior del departamento:
Un teléfono celular que suena, es una encuesta, el sujeto A decide responderla, el sujeto B pregunta por qué responde, y este le contesta: dame un segundo (al encuestador al teléfono) yo fui encuestador, no sabes que feo que es que no te respondan, están haciendo su trabajo, además a mí no me cuesta nada, son un par de minutos.
B: bueno, si vos decís, yo no tengo apuro y este no se va a ir ningún lado.
B patea a la victima, que ya se encuentra atada y amordazada en el piso mirando con cara de terror, pero a la vez incrédulo, al sujeto A, que mientras responde una encuesta sobre inseguridad presiona su pie en el cuello de la victima.
Dos minutos mas tarde: A, mientras apunta su arma a la cabeza de la victima, se despide del encuestador: No, de nada, siempre que puedo contesto, sé que están haciendo su trabajo, suerte y buen fin de semana para vos también! Adiós!
Corta el teléfono y en un par de segundos se oye un disparo amortiguado con un silenciador, seguido de un breve silencio interrumpido por una risa socarrona de B.
Dos minutos más tarde A y B ya se encuentran en el ascensor:
B: así que fuiste encuestador.
A: si, por unos meses cuando era pibe, eran unos pesos por poco tiempo, después empecé con papá.
B: te aburriste de las encuestas?
A: no, el viejo tuvo un patatús y casi se nos va y hubo que laburar el negocio.
B: bueno, mal no te fue.
A: no, no me quejo. Vamos a tomar un cafecito al bar de Roberto?
B: dale, hoy no nos queda nada, no?
A: no, era el boludo este y la vieja timbera esa, la de la mañana.
B: ah, si, como jodio esa vieja de mierda…